Esta mañana de miércoles amaneció en mi
Habana con el calor que presagia el verano que se nos viene. Temprano, “el primo” pasa a buscarme en el auto del
periódico para el que trabajo y seguimos rumbo a
Cojimar donde recogeremos a Paco, Carlos y Marilyn, el resto del quinteto que compartiremos durante cuatro días un viaje singular por la Cienaga de Zapata.
En la costa opuesta a
Varadero, en la provincia de Matanzas, se extiende uno de los humedales más importantes del caribe. La Cienaga es un sitio con una naturaleza sui generis donde encuentran refugio aves migratorias y especies únicas en el mundo como el pez conocido como
manjuarí.
Un viaje de apenas dos horas desde la capital cubana nos acerca a este paraíso natural. Nuestro objetivo es documentar la sostenibilidad del turismo que se desarrolla en la zona. Esto es todo un reto en un lugar donde la naturaleza es muy sensible.
Mientras realizábamos nuestro trabajo conversando con los funcionarios y habitantes de este Parque Nacional disfrutamos del ambiente marino y comentamos la calidad de la playa, quizás no como la de
Varadero, pero de muy buena calidad y ambiente.
Con la mayor parte de su territorio cubierto por manglares y vegetación de costa, este es el municipio más extenso de Cuba y el menos poblado. Sin embargo las abundantes lagunas, cuyos límites se pierden en el horizonte, son el hábitat de especies como el flamenco rosado, Ferminia o la gallinuela de Santo Tomas. La observación de aves es una actividad ampliamente desarrollada que el visitante puede coordinar con las autoridades de este
Parque Nacional.
Durante la temporada de sequía (en
Cuba las estaciones no se diferencian como en otras regiones, solo se distinguen época lluviosa y sequía) los incendios suelen afectar extensas áreas. Coincidimos con uno de estos siniestros y fuimos testigos de la ardua tarea de apagarlos.
Después de la visita al incendio fuimos hasta una antigua salina donde se levanta ahora una estacion meteorológica.
Una larga carretera o pedraplen nos conduce entre la vegetación y las lagunas.
Desde La Salina parten turistas a practicar la pesca deportiva. Es un paraje donde el manto de la soledad se siente apenas se baja uno del auto.
Zarpamos en un bote impulsándonos como pudimos y erráticamente, con una vara. Nuestro chofer sospechó que naufragaríamos en cualquier momento y decidió quedarse en la orilla tratando de conseguir algo que le sirviera de merienda, no importaba que.
Zigzagueando y a ratos empujándoel bote a pie (el agua nunca sobrepasa la cintura en estas lagunas) llegamos hasta Cayo Venado donde encontramos un curioso fenómeno conocido como casimba, una caverna por donde se escurre el agua hacia el mar y parece todo como si alguien hubiese quitado un tapón a la vasta laguna.
Al regresar, “el primo” ya era el “encargado en jefe” del lugar, pero no había logrado llevarse nada a la boca. Y nosotros que a esta altura del día tampoco habíamos comido nada nos cambiamos en cuanto pudimos y nos largamos de regreso por entre la vegetación de mangles, soplillos y otras especies que habitan este sitio.
Al tercer día enfilamos el morro del microbús hacia
Girón. En esta
época del año los cangrejos salen a desovar a la línea de la costa y llegan a cubrir la carretera como una espesa nata movediza apenas cae el primer chubasco. De colores brillantes, estos crustáceos no son una especie comestible, lo cual explica su densidad poblacional. Pero lamentablemente miles de ellos mueren aplastados por los vehículos que circulan por ahí pues es la única vía que une estas comunidades.
A medio camino en esta carretera se localiza otro accidente geográfico interesante. Los senotes. Son una especie de caverna que se comunica con el mar, a veces distante unos 100 metros.
Cueva de los Peces es un espectáculo increíble, una especie de mar chiquito tierra adentro donde puede practicarse el buceo. Esta caverna particularmente tiene unos 70 metros de profundidad. Existe aquí una infraestructura turística donde son especialistas en mariscos y otras comidas marineras. Esto es algo de lo que damos fe pues tuvimos la oportunidad de degustar un plato mixto de esta cocina.
Luego del almuerzo avanzamos por un sendero de diente de perro (rocas de bordes afilados de la que pocos zapatos salen ilesos), y llegamos a otro senote. Un sitio maravilloso si no fuera por el abundante y peligroso diente de perro.
Y a la tarde arribamos a Playa Girón. Esta esquina de la geografía de mi país tiene un significado especial para los cubanos. La invasión de 1961 para derrocar la Revolución desembarcó en la bahía conocida como de
Cochinos. Su fracaso en menos de 72 horas y la historia de la victoria popular se recuerdan
ampliamente en el museo de
Playa Girón, punto obligado en una visita a esta región cubana donde todo lo que ve el visitante fue construido en el periodo revolucionario.
Estuvimos toda la mañana del sábado aplicando unas encuestas en el pueblo de Playa Larga. Más bien estuvieron Carlos, Paco y Marilyn aplicando dichas encuestas pues “el primo” y yo decidimos que estábamos agotados y nos fuimos a la cafetería cercana a hacer vida de paisano entre meriendas y conversaciones con nativos.
Ya en la tarde y camino a la Habana, entramos en el criadero de cocodrilos. Es un sitio muy
interesante por el trabajo de conservación de estas especies que allí realizan. Abierto al visitante, se puede tomar uno fotografías con pequeños ejemplares debidamente neutralizada su boca.
Y regresamos a la ciudad, después de cuatro días de “turismo de trabajo”. Conocimos mejor una naturaleza sin par y nos vamos con la impresión de que siempre habrá mucho que hacer por un desarrollo turístico sustentable en un sitio tan maravilloso y delicado.
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