Ciudad errante en sus comienzos, La Habana alcanzó a ser una
de las capitales más bellas del continente. Piedra sobre piedra se levantó su
encanto ecléctico que maravilla y
perdura en el tiempo. Esta urbe enamora irremediablemente a quienes no
solo la visitan sino que se adentran en los vericuetos de su palpitante cotidianidad.
En un eterno romance con el mar, que la acaricia y despeina
a capricho, la capital cubana se reinventa. Sus habitantes se levantan cada día
a fuerza de fe, dicho del trovador, y la viven
en sus calles, plazas y rincones.
Capital de todos, bella hasta en sus ruinas, celebramos sus
495 años este noviembre, entre un invierno furtivo y la determinada esperanza de
conservarla para todos los tiempos.
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