Publicado en la revista AlmaMater 30 de octubre 2021
Texto y fotos: Reno Massola
Subir
una montaña,dormir en una carpa o a la intemperie suena a aventura.
Lanzarse a la carretera con mochila y amigos va mas allá de esa estampa
bucólica que nos imaginamos mientras los trotamundos nos desgranan sus
anécdotas. Andando las lomas o remontando un río, se teje una suerte de
camaradería fina y cálida, de esas que que incuban una buena amistad.
Así,entre tropiezos y conversaciones van desapareciendo los agobios en
los que la rutina de la ciudad nos hunde a diario. Es como un retornar
del alma al cuerpo, una carga fuerte de energía vital cada paisaje que
se nos abre a la vista, cada ´pieza natural que nos sorprende en un
trillo. Y las noches, escenario natural para las mas insospechadas
tertulias, sellan la agotadora jornada con un descanso profundo y
suficiente para levantarnos a la mañana siguiente mirando la próxima
cumbre.
Nada que nos cuenten nos revelará la esencia y el misticismo de
un encuentro cercano con la naturaleza. Y desde fuera, desde la silla
del lector o el puesto de quien escucha los cuentos y anécdotas, todo se
ve romántico, idílico. Hasta que decides convertirte tú también en un
trotamundos. Es entonces,en ese preciso momento,que comienza la
aventura.