«Ni olvidados, ni muertos», se lee en pulóveres, pancartas y carteles. «Ni olvidados, ni muertos»: el mantra que une a la marea joven que se desborda escalinata de la Universidad de La Habana hacia abajo, por todo San Lázaro, a buscar el monumento que en Prado recuerda las ocho vidas segadas aquel 27 de noviembre de 1871.
La misma juventud que siglo y medio después de una de las páginas más
tristes de la historia de Cuba aún se conmueve; se conmueve y sufre por
la injusticia y la inocencia burlada. La misma juventud que es hija de
su tiempo; pero consecuente, e impregnada de todos los sentimientos que
se entretejen entre la ternura y la ira, ha estado unida por muchos «Ni
olvidados, ni muertos».
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